Como para no irse

La Encuesta de la Población Activa (EPA) ha arrojado hoy un dato desolador: el 25% de la población activa española está en paro. O lo que es lo mismo, uno de cada cuatro personas en edad y condiciones de trabajar. Todo un drama personal y familiar, económico y social.

Nada más conocerse estos datos, se han sucedido las reacciones de partidos políticos y sindicatos. Calificativos tan obvios como ‘preocupante’ o ‘desolador’ salieron a la palestra para a continuación mantener la posición defendida durante estos últimos meses: el PP en defensa de la reforma laboral, el PSOE criticándola, y los sindicatos sumándose a las críticas y justificando la próxima huelga general del 14 de noviembre. Entre medias, ningún análisis racional alejado de posturas ideológicas. Ninguna búsqueda de soluciones objetivas, racionales. Simplemente, esperar o protestar. Salir a la calle o confiar.

 

Ante la inoperancia de partidos y sindicatos para encontrar soluciones convincentes a medio plazo, miles de españoles, jóvenes y no tan jóvenes, deciden marcharse fuera de España a buscar un trabajo digno. En estos momentos, es la decisión más lógica. Atrevida, sí, puede que incluso suicida, pero consecuente con la situación laboral española. Si no me dan la oportunidad de trabajar en mi país, ¿por qué voy a quedarme de brazos cruzados? Si durante tantos años me impulsan a formarme, a especializarme, pero luego los gobiernos no apuestan por los sectores innovadores de mayor futuro, ¿por qué desperdiciar mi talento y mis conocimientos?

Mientras tanto, partidos y sindicatos seguirán lamentándose con adjetivos tópicos y reprochándose unos a otros las cifras de desempleo y la masiva emigración de españoles en busca de un futuro profesional. Como para no irse a otros países en los que las palabras seriedad y responsabilidad forman parte de la mentalidad social y no sólo sirven para rellenar los discursos de los políticos.