Como para no irse

La Encuesta de la Población Activa (EPA) ha arrojado hoy un dato desolador: el 25% de la población activa española está en paro. O lo que es lo mismo, uno de cada cuatro personas en edad y condiciones de trabajar. Todo un drama personal y familiar, económico y social.

Nada más conocerse estos datos, se han sucedido las reacciones de partidos políticos y sindicatos. Calificativos tan obvios como ‘preocupante’ o ‘desolador’ salieron a la palestra para a continuación mantener la posición defendida durante estos últimos meses: el PP en defensa de la reforma laboral, el PSOE criticándola, y los sindicatos sumándose a las críticas y justificando la próxima huelga general del 14 de noviembre. Entre medias, ningún análisis racional alejado de posturas ideológicas. Ninguna búsqueda de soluciones objetivas, racionales. Simplemente, esperar o protestar. Salir a la calle o confiar.

La casa por el tejado

El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, ha comparecido esta mañana en el Congreso de los Diputados para explicar la composición, el funcionamiento y los objetivos del tan popular banco malo. De todo su discurso, El País destaca en su portada digital que «el banco malo abaratará el precio de la vivienda«. Nada más leer el titular, se me vino a la cabeza una pregunta: ¿Y?

En un principio, un descenso de precios en cualquier producto o servicio es positivo para los compradores. El problema surge cuando no hay suficientes compradores que puedan beneficiarse de esta bajada de precios. ¿Quién se va a arriesgar a comprar una casa cuando se está perdiendo poder adquisitivo ante las constantes bajada de sueldos y subida de impuestos y precios de los productos primera necesidad? La respuesta es sencilla: los compradores con un alto poder adquisitivo. Es decir: los especuladores.